Capitulo 2: Carla y MANUELA
CARLA
NOs vamos a Colombia
Por fin!!!!!!!
Tenía tantas ganas de conocer a mi familia de allí que no me importaba el viaje tan largo ni la pesada de mi hermana dándome la murga para jugar con ella.
Miraba a mi madre de reojo. Estaba feliz, radiante, emocionada.
¿Y mi padre? El como siempre: quejándose de que el avión era pequeño, de que teníamos que haber ido en Business…..
Dormí de un tirón y me desperté cuando estábamos aterrizando.
Un taxi nos llevó a una casa preciosa de alguien de la familia.
Hacia calor, se te pegaba la ropa, era todo tan diferente..
-mira Carla, allí estudie la carrera de Derecho.
– es muy bonita mami. Y ¿por qué viniste a España?
Mi madre bajo la mirada, pareció irse a otro lugar, a otro momento.
– Mis padres se esforzaron mucho por darnos educación y que tuviéramos oportunidades para tener una buena vida.
Cuando terminé conseguí una beca y con ayuda de mis padres me vine a España a especializarme. Aquí es mas difícil la vida y quería vivir sin miedo, pudiendo pasear por las calles sintiéndome segura. Por eso vine a España.
– y en España se te pasó el miedo?
Sus grandes ojos negros se volvieron hacia mí y recordé esa mirada.
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Era muy pequeña la primera vez que me miró así.
Me dolía la tripa, demasiada pizza bacon crispy para cenar.
Los viernes me encantaban.
Después de gimnasia y parque me tocaba elegir la cena.
Mi padre me dijo un día que, si yo obedecía, me quedaba calladita y no hacía preguntas… los viernes yo elegía la cena.
¿Hay algo más guay en esta vida que ser la jefa de la familia un día?
Estaba dormida y me desperté.
Mil pinchos corrían por mis tripas.
Casi no podía moverme. Los retortijones me sacudían de lo lindo. Ya me dijo mama que no comiera tanta pizza.
Como pude me fui al baño.
No encendí la luz, no fuera que Ela se despertará.
Estaba sentada esperando a ver si mis tripas se calmaban.
Mientras me entretenía haciendo círculos en el aire imitando el dibujo de la baldosa del baño oí un ruido fuerte.
Me asusté y me levanté corriendo.
Algo sentí. Decidí gatear por el pasillo hacia la habitación de mis padres.
Tenían la luz pequeña encendida.
Mamá estaba sentada en el suelo con las manos en la cara. No entendía por que no estaba en la cama con lo frio que estaba el suelo.
Pensé que se había caído algo y que se había asustado.
Me quedé muy quieta con las piernas encogidas, escuchando. No quería que me vieran y no conseguía moverme, la tripa me estaba haciendo polvo.
Entonces le vi. Mi padre estaba en el otro lado de la cama, fumando. Tenía la mirada rara, daba mucho miedo. Parecía tan enfadado como un día que le dieron un golpe en el coche y salió gritando mientras nosotras estábamos en nuestras sillitas.
Mamá se quitó las manos de la cara. Tenía el labio hinchado y le salía sangre. Yo quería ir a cuidarla, pero no podía moverme, estaba como congelada. Me vió y me hizo señales para que me fuera a mi cuarto, mientras las lágrimas asomaban por sus preciosos ojos negros.
Siempre me han gustado los ojos negros de mi madre. Son enormes, redondos y sus cejas anchas le daban una imagen de actriz de cine. Quizás no era la mujer mas guapa del mundo, pero sus ojos sin duda eran de exposición. Ese día los tenia tristes, llorosos y su barbilla miraba al suelo.
No quería irme y le negué a mi madre con la cabeza. No entendía nada, pensé que papa cuidaba de mama y mama cuidaba de papa.
De repente mi padre se giró rápidamente:
-¿Qué haces ahí? .No vayas ahora de victima que no te he hecho nada.
-Levántate te digo.
Mi madre me miraba, cada vez mas nerviosa, cada vez más encogída.
-¡metete en la cama, joder! y no montes una escena. Tu capacidad para sacarme de quicio no tiene límites. Te dije que te callaras, que te callaras, que te callaras… y tu seguías tocándome los cojones. ¿Tanto te cuesta callarte cuando te lo digo?
Ella se metió en la cama sin dejar de mirarme, quizás de suplicarme desde sus preciosos ojos negros que borrara lo que estaba viendo, que olvidara lo que estaba escuchando, que volviera a ser la niña inocente y maravillosa que era antes de aquella noche.
Porque luego todo cambio para mí. Ya no quería ser la jefa de la familia, ya no quería los regalos de mi padre, ni siquiera sus besos. Quería que se muriera. Había hecho daño a mi madre y no necesitaba ser mayor para saber que eso estaba mal, muy mal.
Al día siguiente mi madre estaba enferma, según dijo mi padre. Quise ir a decirle adiós, a ver cómo estaba, pero me paro en la puerta:
-Tu madre esta dormida, no la molestes, vete al autobús ya, tu abuela te espera.
Ese mismo día me puse enferma, comencé a vomitar y sentirme mal. Mi padre fue a buscarme al cole.
Me pasé varios días en cama. Vomitaba y me costaba mucho comer.
No podía quitarme la imagen de mi cabeza. Cada vez que me llegaba la imagen de mi padre fumando en la cama mis tripas se aceleraban y volví a vomitar.
Mi madre sabía lo que me pasaba, y yo sabía lo que le pasaba a ella. Pero decidimos no hablar nunca de ello, quizás yo me sentía demasiado culpable por no haberla ayudado. Quizás mi madre se sentía demasiado confusa como para explicarme qué pasaba.
Tenía seis años cuando pasó. Tengo casi 10 y mi recuerdo es claro, quizás porque sé que no fue la última.
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Me he enamorado de Colombia, me encanta ser medió colombiana. Hacia mucho tiempo que no veía a mi madre y a mi padre tan bien. Estaba súper feliz hasta que…..
Todo ha cambiado está mañana. Mamá se había ido pronto y mi padre estaba imposible.
Mientras estaba desayunando le han llamado por teléfono.
– mamá está en el hospital, ha tenido un accidente.
Mi pecho volvía a oprimirme y las náuseas me avisaban que algo malo y conocido estaba pasando. Desde que tenía 6 años habían sido muchos los dolores de tripas, los vómitos y visitas al médico sin diagnostico claro.
Cuando hemos llegado mi madre le ha pedido a su amiga Eugenia que nos lleve a comer un helado. Papa no quería.
Le he agarrado la mano a Ela y he salido de la habitación.
Mi madre me había hecho su señal, la que las dos conocíamos, nuestra mirada secreta.
Esa que decía: ¡vete!, ¡huye! ¡protégete!
Aquella misma señal que me hizo cuando tenía solo 6 años.
Pero esta vez su mirada era fuerte, su barbilla estaba alta, no miraba al suelo.
Mi madre parecía decirme: Esta vez sí Carla, esta vez todo se va a arreglar.
Las náuseas desaparecieron y una sensación nueva me ayudo a tomar aire. Miré a Ela, miré a Eugenia. Miré mi corta vida y pensé que quizás, a partir de ahora las cosas iban a ser diferentes.
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MANUELA ( ELA para los conocidos)
-Ya voy!!!
Bufffff!! Tengo tanto Sueño!!!
Desde que volvimos de Colombia me cuesta una eternidad despertarme.
Me quedaría todo el día en la cama!!!!
-ELA, levántate ahora mismo o te levanto yo!!
Voy a la cocina. Carla está llorando y mi padre recogiendo las cosas.
– ¿que pasa?
– mami ha tenido un accidente y está en el hospital. Te ayudo a vestirte y nos vamos a verla.
Agarré mi peluche y apreté los morros. No quería llorar, no quería ser una llorica.
Papa odiaba cuando lloraba y se enfadaba mucho. No quería llorar.
Carla me ayudó a vestirme.
Es la mejor hermana del mundo. No sé qué haría sin ella.
– Carla, ¿ quéle ha pasado a mamá?
– no lo sé cariño por eso tenemos que ir al hospital a verla. Tu estate a mi lado y obedéceme en todo vale? Ela, prométemelo, no hagas enfadar a papá. Solo quiero ir con mamá y ver cómo está. ¿Te vas a portar bien?
– si Carla, te lo prometo. Te voy a hacer caso en todo. Yo tampoco quiero que papá se enfade. Ojalá estuviera contento, como aquel día..
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Como aquel dia que fuimos juntos a comprar unos rotuladores para el cole. Al entrar en la librería nos encontramos con una amiga suya muy simpática. Se le notaba que quería mucho a papi y papi estaba muy contento de verla. Nos fuimos los tres a comer a un restaurante que tenía una mesa entera llena de postres. Papa estaba super divertido y muy cariñoso.
Cuando nos fuimos, ella le dijo que se acordara de llevar el bañador.
_Ela, cariño ¿quieres que tú y yo tengamos una caja mágica?
-siiii. ¿Y qué vamos a meter en esa caja?
-nuestros secretos cariño, solo cositas que tu yo sabemos y que nadie más puede saber porque entonces se iría la magia y nos podría pasar algo malo.
-¿en serio?
-si cariño, yo una vez conté un secreto de la caja mágica que tenía con mi padre y estuve enfermo una semana. Imagínate. Nunca más conté un secreto de mi caja mágica.
-vale, pues yo no pienso nunca en la vida contar lo que metamos.
Nos fuimos a una tienda de regalos de mayores y me compró una caja super bonita. Tenía una tapa plateada y por dentro era rosa y azul.
-Mira Ela, funciona así, si yo abro la caja y te cuento algo, cuando baje la tapa nunca más podrás contarlo ¿vale?
-Vale papi
Abrió la caja y me dijo:
-papi está contento porque tiene que hacer un viaje muy importante este fin de semana para ayudar a la amiga tan simpática que has conocido, pero no queremos que nadie más se entere ¿vale?
-Hecho
Cerró la caja y allí se quedó para siempre nuestro secreto.
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Papa nos ha dicho que seguro que le curan los médicos.
Tengo ganas de verla. Me encanta mami, igual no es tan bonita como la amiga de papa, pero es muy dulce y cariñosa.
Casi no he podido verla porque nos hemos ido a por un helado, pero parecía que estaba más contenta.
Ojalá los médicos la curen para que papi esté contento y mami vuelva pronto a casa.
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